En la costa Sur de Perú, cerca de Pisco, hay un desierto: El desierto de Ica.

Alli todo parece transcurrir en paz y lo único que parece atentar a ese equilibrio es un poderoso vendaval de arena: el paracas.

El paracas es un viento marino que se presenta generalmente por las tardes, en los meses de Agosto, Septiembre y Octubre y sopla enloquecedoramente y sin cesar de Oeste a Este, a una velocidad aproximada de 40 km por hora, durante periodos de 2 a 6 dias seguidos, levantando nubes de polvo y arena y calmando sólamente al anochecer.





En el desierto de Ica, como en toda la costa peruana, no llueve casi nunca. Pero esa zona, en concreto, es la región más árida del Perú. La única humedad que alcanza a sus arenales es el vahear marino de la garúa, que ni siquiera propicia una vegetación rala.

El cauce del rio Ica permanece sin agua prácticamente todo el año y tan solo en los meses de Enero, Febrero y Marzo, que llueve en la sierra, deja correr agua por su lecho hasta llegar al tablazo donde es absorbido por la tierra poco antes de alcanzar el Oceano Pacífico.

La vegetación solo se manifiesta en el cauce del rio y en las quebradas secas, debido a las aguas subterraneas que en ciertas zonas afloran formando lagunas que se convierten en oasis dando vida a palmerales, huarangos y otros arbustos.

Ahi, en ese tablado inhóspito, donde la geografía y las condiciones atmosféricas no son nada favorables a la vida, se asentó un pueblo laborioso que llegó a dominar su entorno natural: Paracas.

Probablemente la cultura Paracas tuvo su centro principal en Peña de Tahajuana, en el valle de Ica, a 300 km al Sur de Lima .

Se trataba de una civilización local, de la costa sureña, cuya influencia se extendió desde Cañete por el Norte hasta el valle de Yauca en Arequipa, por el Sur.




El ambiente extremadamente seco de la zona, favoreció la extraordinaria conservación de sus restos.

La cultura Paracas es famosa por sus características tumbas, los fardos funerarios, los mantos que los recubren y la aplicación de técnicas de trepanación y deformación artificial del craneo.

En aquellos parajes, a escasos 18 km al sur de Pisco, en un promontorio rojizo que se adentra en el mar conocido como Wari Kayan (Cerro Colorado), se hallaron sepulturas de dos tipos, que diferían por su naturaleza y por su contenido.

1) Sepulturas en forma de caverna excavada en la roca del subsuelo desértico

2) Sepulturas en necróplis.

Se observó que estaban relacionadas con dos movimientos culturales que se sucedieron:

1) Paracas Cavernas (700 a.C. - 200 a.C.)

2) Paracas Necrópolis (200 a.C. - 200 d.C.)



Las diferencias se sintetizan en el siguiente Cuadro Sinóptico:



Cultura PARACAS CAVERNAS
Cultura PARACAS NECROPOLIS

Influencia cultural
Cultura Chavín.


Cerámica
-Vasijas de cuerpo esférico.

- Dos picos cortos (a veces uno de ellos con un motivo escultórico zoológico) unidos por un asa puente.

- Figuras incisas y pintadas tras la cocción.

- Polícroma
- Vasijas de cuerpo ovoide, en forma de calabaza chata.

- Dos picos tubulares cortos unidos por un asa puente.

- Motivos naturalistas: peces, plantas, frutos, animales y personas. Muy realista.

-Englobe blanco que baña toda la vasija. Pintura aplicada antes de la cocción.

- Monocroma

Tumbas
- Cavernas en forma de botellón.
- Tumbas excavadas a modo de un cementerio.

Fardo funerario
- Forma cónica. Sin manto.
- Forma cónica. Con manto polícromo de lana o algodón.

Momia
- Cadáver sentado en cuclillas en una canasta.
- Cadáver sentado en cuclillas en una canasta.

Forma del craneo
- Deformado.
- Deformado.

Trepanación
- Presente en un 40%.

- Técnica circular y técnica de los orificios.
- Presente, pero menos frecuente que en Paracas cavernas

- Técnica circular.





Cultura PARACAS CAVERNAS


Corresponde al periodo más antiguo. Está vinculado al arte Chavin.

Las tumbas de Paracas Cavernas se hallan ubicadas en las faldas de Cerro Colorado de Paracas. Se trata de pozos profundos en forma de botella con el fondo plano.

Están excavados en la roca dura, pórfido rojo, subyacente a la superficie arenosa. El acceso es a través de una poza circular de piedra de 2 metros de altura que en su centro presenta la boca de entrada a un tubo vertical profundo de 3 metros de profundidad y 1,50 metros de diámetro, Este “cuello” está revestido de piedra y muestra unas muescas en las paredes que, a modo de peldaños, permite el descenso en vertical hasta una cámara semiesférica, la caverna sepulcral propiamente dicha, que tiene hasta 2 m. de altura y unos 4 m. de diámetro y que es donde se alojan las momias.

El conjunto recuerda una estructura de “botella de cuello alto” o “copa invertida”.





En la cavidad ancha, e incluso en el acceso tubular, se albergan los fardos funerarios (momias).

Estas tumbas se hallan unas contiguas a otras.

Las momias, a veces contadas por decenas, eran depositadas en el suelo de planta circular de la cavidad alveolar o en nichos o apiladas en el mismo tubo de entrada, cerrado casi siempre por una tarima o techo formado por costillas de ballena o palos de huarango y un cuero de lobo marino o una esterilla.

Eran sepulturas colectivas que albergaban los restos de gente de distinto edad, sexo y extracción social. Tanto hombres, mujeres o niños, eran cubiertos con telas rústicas, caladas u ornamentadas con diseños de peces, serpientes o figuras humanas. La momia era acompañado de CERAMIOS ornamentales.

La momificación en Paracas Cavernas es incipiente, y se reduce a una cobertura de brea.

Los adultos tenían la piel tatuada, y casi todos el craneo alargado artificialmente y un 40% de estos presentaban trepanaciones cuyos orificios se hallaban a menudo recubiertos con placas de oro.


Cerámica de PARACAS CAVERNAS


La cerámica durante Paracas Cavernas estuvo influenciada por la fase janabarriu de Chavín y los diseños nos recuerdan a la fiera de Chavín: es frecuente la representación de seres mitológicos con rasgos de fiera.




Las vasijas son de forma globular, con doble pico corto y asa puente, cuyo modelo será usado en culturas posteriores en la zona, como en el caso de la cultura Nazca.




A veces, uno de los picos es sustituido por una cabeza zoomorfa o antropomorfa y el cuerpo dibujado en la botella..





Presenta figuras incisas y pintura polícroma (rojo profundo, amarillo oscuro predominante y verde oliváceo o azulado).. También hay vasijas de color negro, sin decoración. Esta cerámica inicia la tradición de la policromía, característca de la cerámica peruana meridional.




Los colores de la pintura son pastosos, poco brillantes porque se trata de una pintura resinosa a bases de pigmentos mezclados con resina vegetal que se aplicaba tras la cocción.

Con el tiempo los colores se perdían porque no estaban fijados por el calor del horno.


Cultura PARACAS NECRÓPOLIS


Corresponde al periodo más evolucionado. Famoso por sus telas decoradas con figuras policromadas (MANTOS), está vinculado a la Cultura Nasca.

Es un periodo preNasca.

Las tumbas de Paracas Necrópolis están ubicadas en las faldas de Cerro Colorado de Paracas (al igual que las de Paracas Cavernas), pero son tumbas en campo abierto.

Los individuos eran enterrados agrupados en cementerios, en la arena o escombros de épocas pasadas, a poca profundidad y en algunos casos se reutilizaron las estructuras domésticas de la época anterior colocando los cadáveres entre los muros o rompiéndolos para acondicionar espacios más grandes, recubriéndolos luego con arena y escombros.





De estos cementerios se extrajeron numerosos fardos funerarios cuya característica más notable respecto a Paracas Cavernas es que además de las telas ordinarias y bastas que recubrian al cadaver, presentaban unos tejidos suntuosos: los MANTOS.

Igualmente junto alas momias aparcen CERAMIOS

Las MOMIAS muestran como en Paracas Cavernas, las CABEZAS ARTIFICIALMENTE ALARGADAS, pero prácticamente no se observan TREPANACIONES.


Cerámica de PARACAS NECROPÓLIS


Se trata de una cerámica ovoide (globular achatada), con aspecto de “calabaza”, con doble pico tubular corto y asa puente.



Predomina la cerámica con motivos naturalistas: figuras de personas, animales y frutos.




La pintura es monocroma, de color crema, marrón rojizo o, blanco.

La pintura se aplicaba en la precocción.




Las paredes de de las vasijas son más delgadas y están mejor cocidas que las de la fase Paracas Cavernas.


Los Mantos de PARACAS NECROPOLIS


Las telas finas de Paracas Necrópolis son de algodón y de lana de camélidos, o de material mixto generalmente constituido por una tela básica de algodón sobre la que eran bordadas figuras con hilos de lana de distintos colores.

Las telas finas de Paracas Necrópolis fueron prendas de vestir. En vida, los mantos se llevaban sobre la cabeza a manera de gran mantilla que caía por la espalda. Probablemente eran utilizadas en vida, pues las hay con signos evidentes de haber sido usadas y hasta ostentan remiendos. Al morir, estas prendas formaban parte del ropaje o ajuar funerario, como es el caso de los MANTOS.





Lo que da fama a los tejidos de Paracas Necrópolis son los MANTOS especialmente.

Se trata de mantos rectangulares, largos y anchos como una manta (su tamaño, por término medio llega a alcanzar 2.50 x 1.30 m) cuya base es de algodón o lana, rematada por un bordado de motivos polícromos. Los motivos se repiten son pequeños y se repiten con diferentes combinaciones, representando seres mitilógicos y muy eventualmente, motivos geométricos

Las tonalidades son delicadas y armoniosas. Los especialistas han llegado a contar 7 colores con los que se han logrado hasta 190 gradaciones de color. Los colores, minerales y vegetales, se han conservado casi inalterados.

Los bordadores o bordadoras inventaron un punto que imita a la perfección las mallas del ganchillo. En ocasiones los bordados son salpicados por hebras de oro o de plata, por lentejuelas, por motivos hechos con cabellos humanos, con pelos de murcielago o de vizcacha.




Eran conocidas las técnicas del brocado, del velo y de la red., asi como la técnica de los tapices a doble cara.

La trama de estas prendas cuenta con una cantidad de hebras del orden de 400 por pulgada cuadrada.

El valor real de uno de estos mantos fue calculado en 1972 en torno a los USD $ 2.000.000.


Momificación en la Cultura PARACAS


El arte de la momificación es uno de los aspectos culturales paraquenses, que se desarrolla especialmente durante la fase Paracas Necrópolis.

El FARDO FUNERARIO es el paquete, de forma cónica, en el que se halla envuelto el cadaver con objeto de su inhumación.







Los cadáveres antes de ser ENFARDELADOS y enterrados pasaban por un PROCESO DE MOMIFICACIÓN que recuerda al egipcio:

Le abrían el torax a través del esternon y le extraían los pulmones y el corazón, procediendo de igual modo con la masa intestinal y vísceras, que sacaban a través de un corte longitudinal o transversal.

Por medio de incisiones en las extremidades le extraían los músculos.

Por las fosas nasales o por la base del craneo (si se hallaba separado del cuerpo), le extraían el cerebro.

Después el cadáver era rociado con distintas sustancias químicas y expuesto al fuego o los rayos de sol, motivo que es el que explica el ASPECTO “QUEMADO” o AHUMADO de distintas partes de la momia.

Finalmente, el cadáver era reducido al mínimo de su volumen con el fin de ser enfardelado.




El cadáver era depositado desnudo en una CANASTA, sentado con las extremidades fuertemente flexionadas en DOS POSICIONES POSIBLES:

a) Adoptando un postura fetal o en cuclillas: sentada con las rodillas flexionadas contra el pecho, la columna vertebral inclinada y las manos sobre la cabeza

b) En “ovillo”: sentado, con la cabeza apoyada sobre el abdomen, las extremidades superiores sobre el pecho y las inferiores cruzadas sobre la nuca.

La posición se mantenía firme sujetando al cadáver mediante fuertes ligaduras, rellenado los espacios vacíos mediante pequeñas piezas de ropa, hasta formar literalmente un bulto redondeado u ovoide que se colocaba en el canasto.

La boca y los ojos se cubrían a menudo con plaquitas de oro y los dedos de las manos y pies se sujetaban con cordones. Los rostros oscuros se cubrían con polvos de óxido de hierro y adquirían un color de sangre fresca.

Este bulto matriz era envuelta primeramente con telas rústicas de algodón de una sola pieza de 20 m. X 4 m., a modo de sudario como si se tratar de las capas de una cebolla y luego con una serie de MANTOS BORDADOS, colocando entre manto y manto el ajuar funerario: abánicos de plumas, collares de conchas, brazaletes, turquesas, espejos de obsidiana, diademas, armas, penachos, bastones, narigueras (“bigoteras”) de oro imitando bigotes de felino, vestimenta, comestibles y hasta pequeños animales disecados como monos, loros o perros.

Este ajuar era el que permite definir la posición social del indiÍvíduo en aquella sociedad.

En Paracas Necrópolis las momias, generalmente llevan pocos adornos de oro, y estos además son pequeños y en forma de lámina fina.

Finalmente todo el conjunto era protegido por una capa larguísima de hasta 20 m. de largo por 1.50 m de ancho.




Al final se obtenía un paquete funerario de forma cónica. El 10% de ellos era de gran tamaño, superando 1.50 m de alto.




Junto a estos fardos funerarios se depositaban los alimentos: maiz, maní, frijoles, yuca y camote

En el caso de Paracas Cavernas y Paracas Necrópolis, los craneos, además de presentar una DEFORMIDAD INTENCIONADA, característica de estas culturas, aparecen muchas veces TREPANADOS, o fragmentados (en este caso como consecuencia de traumatismos y fracturas de origen bélico)


Deformación de craneos en la Cultura PARACAS





En la Cultura Paracas, en especial en la etapa Paracas Necrópolis, es característica la DEFORMACIÓN CRANEANA.

La deformación craneana es una práctica, que como la TREPANACIÓN se ha realizado en diferentes culturas, incluido el Viejo Mundo.

En teoría se lleva a cabo para diferenciar a unos individuos de otros, pertenecientes a un mismo grupo racial. Su función original pudo, por lo tanto, obedecer a la búsqueda de mostrarse distintos los pertenecientes de un grupo aristocrático frente a otro de rango social inferior




Con el tiempo la deformación craneana pudo “devaluarse” y encarnarse socialmente al margen de tener un significado específicamente de distinción.






La deformación craneana fue ejecutada buscando DOS FORMAS BÁSICAS:

1) Craneos alargados





2) Craneos anchos




Las formas se generaban por aplicación de tablillas y/o almohadillas atadas con fuertes ligaduras para presionar la caja craneana.durante la temprana niñez.





Trepanación en la Cultura PARACAS







El pueblo paraqueño dearrolló su actividad en un MUNDO DESÉRTICO y CARENTE DE PROTECCIONES NATURALES.

Como consecuencia esto propició que los conflictos guerreros tuvieran lugar en ESCENARIOS DESPEJADOS, sin demasiada cobertura y por tanto que degeneraran en el empleo de ARMAS CONTUNDENTES, desde el empleo de la honda, la estolica o la lanza, para atacar a una distancia larga, como el uso de las mazas, el hacha y el puñal, en el cuerpo a cuerpo, que es como terminaban dilucidándose los combates en los escenarios que proporcionados por el DESIERTO DE ICA.

Este tipo de COMBATE A CORTA DISTANCIA y sin muchas posibilidades de parapetarse traía consigo un sinnúmero de LESIONES CRANEANAS, ya que la cabeza iba tan solo protegida por un turbante.

Estas lesiones solían causar la muerte u ocasionar como mínimo una FRACTURA DEPRESIVA, bien con orificio o bien irradiada, que MOTIVABA la TREPANACIÓN.

La curación, en esencia, consistía entonces en horadar quirúrgicamente la parte o partes afectadas del casquete craneal, para CORREGIR el hundimiento o astillaje producido por las armas contundentes o para EXTRAER las esquirlas de los dardos de la estolica sin comprometer la duramadre (la membrana que recubre al cerebro)..

La trepanación se podía llevar a cabo por DOS MÉTODOS:

1) Por INCISIÓN con un objeto cortante con objeto de seccionar una REGIÓN CUADRANGULAR del craneo y reeemplazrla en muchos casos con una lámina de metal. generalmente oro.

2) Por RASPADO, método por el que se iba eliminado por abrasión, poco a poco, la región osea no deseada formándose pequeños agujeros en torno a un círculo que se extraía despues, dando lugar a una REGIÓN CIRCULAR.




En todos los casos se empleó instrumentos cortantes muy efectivos. Cuchillos de pedernal u obsidiana de distintas formas y tamaños, de los cuales unos eran instrumentos cortantes afilados, para cortar las partes blandas y otros, más grandes, cuchillos (“tumis”) para cortar el hueso. La cureta o cuchilla se utilizaba para desnudar el periostio, los hilos para aproximar los bordes de las heridas y las roscas de algodón y las vendas, para proteger las mismas.




Artesania quirúrgica en una sociedad primitiva cuya efectividad ha sido probada por cirujanos contemporaneos empleando los instrumentos primitivos.

El ANESTÉSICO se elaboraba en base a chicha fermentada con hojas de coca o zumo de “vilca” u otra hierba de efecto sedante o narcotizante. Tambien la coca “cachada” , es decir masticada con “llipta” (cal quemada).

A pesar de que el paciente corría el peligro de una hemorragia mortal unida al peligro de una infección incontrolable, una buena cantidad de pacientes sobrevivieron visto el claro proceso de REGENERACIÓN DEL HUESO EN LOS MÁRGENES DEL CORTE.


La cultura Chavín fue una civilización heterogénea del Antiguo Perú constituida alrededor del centro astronómico-religioso de Chavín de Huántar. Esta cultura se extendió por gran parte de los Andes Centrales entre los años ca. 800 y 200 a. C.

El arqueólogo peruano Julio César Tello (1880-1947) la identificó como «cultura matriz del Perú», pero más tarde se descubrió la cultura de Caral, más antigua aun. Corresponde al primer momento de unificación de las culturas de los Andes peruanos. También se le llama la etapa formativa de la historia del Perú, por lo tanto se encuentra en el Primer Horizonte (u Horizonte Temprano) del Antiguo Perú.

El pueblo chavín logró un extraordinario dominio de la piedra, material que emplearon para hacer construcciones, esculturas y relieves de característico estilo.[cita requerida]

Influencia cultural [editar]Se han encontrado cerámicas en diversas partes del territorio peruano cuyas características son semejantes a las de esta cultura. Su cerámica era monocroma.

Durante los siglos X a IV a. C. —que es la época de mayor florecimiento de los chavines—, no hay indicios de existencia de una organización política de tipo estatal puesto se poco d el. Cuando se comenzó a conocer el área de dispersión que tenían los rasgos atribuidos a los chavines, Julio C. Tello se inclinó a pensar que era una civilización expansiva; en cambio Rebeca Carrión Cachot y otros estudiosos, creyeron ver indicios de un imperio megalítico o algo semejante. En efecto, era inmensa el área que cubrían los restos que en ese tiempo se atribuían a los chavines. Con el tiempo, el conocimiento adquirido ha permitido reducir el ámbito de influencia chavinense y está precisando cada vez mejor la naturaleza de tal influencia.

Una primera conclusión es que no se trata de una expansión de la cultura chavinense y que su influencia se debe más bien a contactos entre los chavines y los territorios donde aparecen vestigios «chavinoides», derivados de una relación de intercambio de bienes y servicios, donde la oferta de los chavines parece haber sido la de brindar «oráculos». Eso se concilia con la evidencia que hay en la ciudad de Chavín de Huántar, de ofrendas que procedían de un ámbito que incluye Lambayeque, La Libertad, Cajamarca, Ancash, Lima y Huánuco, con eventuales materiales que, al parecer, provenían de las costas del Guayas y de Ica, Huancavelica y Ayacucho.

En todos esos territorios se encuentran, además, indicios del contacto con Chavín, que se expresa, en los mejor conocidos, en una época en la que se produjo una suerte de «moda» chavinense, que se expresa en el hecho de que el arte local es alterado por la inserción de una serie de motivos y personajes que tienen una madura representación en la cultura chavinense misma. Eso ocurre, en casi todas partes, entre los años 800 y 500 a. C. Desde luego, antes de esa época, durante más de un milenio, los pueblos de ese territorio habían desarrollado sus propias maneras de hacer las cosas, en una larga etapa formativa, conocida como «inicial» y aun antes, durante el período arcaico.

El grado de impacto de la influencia chavinense fue muy diverso. Nada indica que «exportaran» sus divinidades propias; en cambio sí sus temas sacralizantes, como la forma de las bocas, las bocas agnáticas, los ojos excéntricos, las garras, las cabezas de serpientes y, sobre todo, los colmillos. Los estilos contemporáneos, como los de Jequetepeque, Cupisnique, Huacaloma, Kuntur Wasi, Ancón y Paracas, tomaron mucho de esta «moda», que incluye usos y formas del espacio arquitectónico y el traslado multidireccional de diversas tecnologías. Pero mantuvieron siempre su autonomía regional.
La mitología es un conjunto de mitos relativamente cohesionados: relatos que forman parte de una determinada religión o cultura. También se le denomina mito a los discursos, narraciones o expresiones culturales de origen sagrado, y que posteriormente fueron secularizados y tratados como discursos relativos a una cultura, a una época o a una serie de creencias de carácter imaginario.

Los mitos son relatos basados en la tradición y en la leyenda creados para explicar el universo, el origen del mundo, los fenómenos naturales y cualquier cosa para la que no haya una explicación simple. Sin embargo, no todos los mitos tienen por qué tener este propósito explicativo. Igualmente, la mayoría de los mitos están relacionados con una fuerza natural o deidad, pero muchos son simplemente historias y leyendas que se han ido transmitiendo oralmente de generación en generación.

Contenido [ocultar]
1 Definición
2 Mitología y religión
3 La mitología moderna no religiosa
4 Interpretaciones
4.1 Interpretación de los mitos en el siglo XIX
4.2 Interpretación de los mitos en el siglo XX
5 Mitología indígena
5.1 Arquetipos mitológicos
6 Mitologías y calendarios
7 Véase también
8 Referencias
9 Bibliografía
10 Enlaces externos


Definición [editar]El término griego mythologia está compuesto de dos palabras:

mythos (μῦθος), que en griego clásico significa aproximadamente ‘el discurso’, ‘palabras con actos’ (Esquilo: «ἔργῳ κοὐκέτι μύθῳ», ‘de la palabra al acto’)[1] y, por extensión, un ‘acto de habla ritualizado’, como el de un jefe en una asamblea, o el de un poeta o sacerdote[2] o un relato (Esquilo: «Ἀκούσει μῦθον ἐν βραχεῖ λόγῳ», ‘la historia completa que oirás en un breve lapso de tiempo’).[3]
logos (λόγος), que en griego clásico significa: la expresión (oral o escrita) de los pensamientos y también la habilidad de una persona para expresar sus pensamientos (logos interior).[4]
Mitología y religión [editar]
El Teide (Tenerife), según la Mitología guanche, esta montaña era la morada de Guayota, el demonio.La mitología aparece de manera prominente en la mayoría de las religiones y, de igual modo, la mayoría de las mitologías están relacionadas con, al menos, una religión.

El término se suele usar más frecuentemente en este sentido para referirse a las religiones fundadas por sociedades antiguas, como la mitología griega, la mitología romana y la mitología escandinava. Sin embargo, es importante recordar que, mientras que algunas personas ven los panteones escandinavo y celta como meras fábulas, otros las consideran religiones (véase neopaganismo). Del mismo modo, ello también sucede al analizar las mitologías de los pueblos indígenas (ejemplo la Mitología de América del Sur); en el que se pueden observar casos en que aún se profesan las religiones nativas.

Generalmente, muchas personas no consideran los relatos que rodean al origen y desarrollo de religiones como el cristianismo, judaísmo e islamismo, como crónicas literales de hechos, sino como representaciones figurativas o simbólicas de sus sistemas de valores.

Aun así, igualmente, muchas personas entre ellos ateos, agnósticos, o creyentes de algunas de estas mismas religiones, emplean las palabras mito y mitología para caracterizar como falsas o a lo sumo dudosas, las historias que aparecen en una o más religiones, o a las religiones diferentes a la que es creyente. De este modo la gente que pertenece a la mayoría de las religiones que están presentes actualmente, se ofende cuando se toma a su fe como un conjunto de mitos; ya que para ellos, esto, equivale a decir que su religión en sí es una mentira, lo cual va en contra de sus creencias. Ejemplo de ello sucede en muchos grupos cristianos en relación con los relatos de la Biblia, en el cual sus creyentes no consideran, generalmente, que sean mitológicas algunas de sus historias, y que sólo se usa esta palabra para referirse a ellas en un sentido peyorativo.

Sin embargo, la mayoría de la gente está de acuerdo con que cada religión tiene un conjunto de mitos que se ha desarrollado alrededor de sus escrituras religiosas; ya que en sí la palabra mito se refiere a hechos que no son posibles de ser verificados de manera objetiva. De este modo, igualmente se considera que se puede hablar de mitología judía, mitología cristiana o mitología islámica, para referirnos a los elementos míticos que existen en estas creencias; sin hablar de la veracidad de los principios de la fe o de las versiones de su historia; pues la creencia de su religión como algo verdadero compete a la fe y creencias de cada persona, y no del estudio de los mitos.

Ejemplo de ello, son los sacerdotes y rabinos de hoy en día dentro de los movimientos judíos y cristianos más liberales, además de los neopaganos, que no tienen problemas en admitir que sus textos religiosos contienen mitos. Así, ven sus textos sagrados como verdades religiosas, reveladas por inspiración divina, pero mostradas en el lenguaje del género humano. Aun así, como sucede en todo ámbito, otros, al contrario, no están de acuerdo con ello.

Por lo tanto, para los propósitos de este artículo, se usa la palabra mitología para referirnos a historias que, aunque pueden pertenecer o no a la realidad, revelan verdades y visiones fundamentales sobre la naturaleza humana, a menudo gracias al uso de arquetipos. Además, los relatos que analizamos expresan los puntos de vista y las creencias de un país, una época, una cultura o una religión que las originaron.

La mitología moderna no religiosa [editar]Aunque normalmente mucha gente relaciona a la mitología con culturas antiguas o religiones; no siempre es así. Por ejemplo, series de televisión, libros e historietas, y juegos de rol entre otros, que logran formar un universo ficticio propio; adquieren componentes mitológicos muy importantes que incluso a veces pueden llegar a dar lugar a profundos y complicados sistemas filosóficos. Un ejemplo excelente de este tipo de mitología es la desarrollada por J. R. R. Tolkien en sus libros El Silmarillion y El Señor de los Anillos, entre otros escritos, a la que él denominó legendarium. Otros ejemplos que se pueden mencionar son los mundos ficticios creados por las novelas de Dragonlance, la serie Star Trek, las películas de Star Wars, la serie Lost o Avatar: la leyenda de Aang.

Algunos críticos opinan que por el hecho de que los personajes principales y los ciclos de historias de las narraciones modernas no sean de dominio público, las leyes sobre derechos de autor impiden a los autores independientes continuar ciclos de historias modernas, evitando que dichas sagas de personajes compartan algunas de las características esenciales de las mitologías; por lo menos, hasta que se cumpla el plazo de derechos de autor y pasen a ser de dominio público. A pesar de eso, los propietarios de los derechos de autor en ocasiones continúan las historias con otros autores, como es el caso de personajes como Tarzán y las novelas de Conan de L. Sprague de Camp, o los cómics de superhéroes, la mayoría de los cuales han tenido docenas de autores.

Interpretaciones [editar] Interpretación de los mitos en el siglo XIX [editar]Durante el siglo XIX, las más importantes fueron:

Historicismo: los mitos considerados historias reales modificadas y alteradas por el paso del tiempo. Mito como hecho histórico que con el paso del tiempo ha dado lugar a historias urbanas. Así, Schliemann, descubrió Troya, porque pensaba que los poemas homéricos eran verídicos, así como las ciudades que se nombraban. Por otra parte, autores como Gilbert Pilot estableció la ruta real que se narraba en la Odisea, desde Troya hasta Ítaca.
Alegorismo: el mito como forma de expresar conceptos y realidades de forma poética. Esta teoría fue heredada por el renacimiento. La que tuvo más relevancia fue la alegoría natural; ésta hace referencia a la lucha entre los dioses de los fenómenos de la naturaleza.
Mitología comparada: desarrollada por Max Müller, profesor de la Universidad de Oxford que en 1856 publicó la obra “Comparative Mythology”. En el s. XIX se dan grandes logros en el área de la gramática comparada, se desarrolla el estudio de las lenguas antiguas (sánscrito, latín y griego) y se llega a la conclusión de que todas parten de un mismo idioma, el indoeuropeo. Se cree que la mitología podía explicarse a través de las ciencias del lenguaje, pues los dioses indoeuropeos también guardaban cierta relación. Las divinidades de los pueblos europeos eran divinidades celestes, y la etimología aclara el sentido primitivo de su origen, pues éstas surgen de dar nombre a los fenómenos atmosféricos, se les atribuye una personificación, humanizándolas primero para, posteriormente, narrar leyendas a partir de ellas, y se termina por divinizarlas.
Evolucionismo: que asume la evolución cultural de la mitología como eje del proceso histórico, social y filosófico. Lo más primitivo sería el animismo, de ahí se evoluciona al politeísmo (el escalón en el que se encuentra la mitología griega) para llegar por último al monoteísmo. A principios del siglo XX aparece una importante obra antropológica, “The Golden Bought”, “La rama dorada” de James George Frazer, en ésta también tiene cabida la mitología, y la evolución seguida sería magia, religión y ciencia. Con magia se referiría a la intención de controlar los hechos de la naturaleza mediante ciertos ritos y procedimientos: éste sería el punto en el que se encontraría la mitología griega.
Interpretación de los mitos en el siglo XX [editar]En el siglo XX las tendencias para explicar la mitología son:

Simbolismo: el mito es, ante todo, una forma de expresar, comprender y sentir el mundo y la vida, diferente de cómo lo haría la lógica. El mito tiene un lenguaje más emotivo y lleno de imágenes y símbolos que expresa algo que no puede traducirse al lenguaje corriente. Las imágenes del pensamiento mítico no se dirigen al entendimiento, sino a la fantasía y a la sensibilidad, por eso tienen una fuerza expresiva intraducible. Se hicieron también interpretaciones desde el campo de la psicología: Freud y Jung estiman que las imágenes oníricas son una expresión del subconsciente.
Funcionalismo: la corriente que valora la función social que la mitología desempeña en la vida cotidiana. El sentido del mito es fundamental para expresar los usos tradicionales y las normas de convivencia, prestándoles una justificación narrativa avalada por la tradición y aceptada por todos.
Nueva Mitología Comparada: también parte de la comparación de los pueblos indoeuropeos, pero no desde el punto de vista de las lenguas, sino de su estructura social. Observa que en estos textos pervive una estructura ideológica constante. Hay una concepción general de la sociedad en tres grupos, cada uno con una función propia. Un grupo es el constituido por el sacerdote-líder, con soberanía mágica y jurídica, otro grupo es el guerrero, que tiene la fuerza física, y por último el trabajador al que pertenece la fecundidad y la laboriosidad. Los mitos de los pueblos indoeuropeos reflejan esta estructura jerárquica; es una teoría que todavía tiene muchos seguidores, aunque surgió en 1920, con Dumezil.
Estructuralismo: estimando que bajo una aparente narración, el mito revela significados en su estructura profunda que se repiten en muchas ocasiones. El análisis destaca tres aspectos: el reconocimiento de la utilidad de datos históricos específicos; la investigación sistemática de los temas míticos y su lugar en la cultura, el pensamiento y la ideología; y la confrontación entre mito y ritual.
Tendencia ecléctica: la tendencia actual, en resumen, expone que lo característico del mito es su ejemplificación, el pertenecer al mundo de los recuerdos, el ser algo que se cuenta y se acepta colectivamente y está en las tradiciones del pueblo. La distancia frente al logos es la marca de estos relatos.
Mitología indígena [editar]La mitología, además de ser una forma de lenguaje, es una forma de vida que han creado ciertos grupos sociales. Por esta razón, se estima que la sociología moderna, en casi su totalidad, no se ocupa de eventos que tengan que ver con sucesos de apariencia "no comprobable" en relación con las creencias y vivencias de comunidades indígenas. Hay que tener en cuenta que estas sociedades, en medio de su "no intelectualidad", manejan unas formas de ver el mundo, en las que las sociedades denominadas "civilizadas o intelectuales", no tienen la capacidad de observarlos. Se pueden apreciar en experiencias, tal vez inexplicables ante los ojos de la ciencia, pero explicables ante la experiencia. Cabe indicar que no todo lo comprobable existe realmente.

Arquetipos mitológicos [editar]Dioses de la vida-muerte-reencarnación
Dioses de la Luna
Dioses solares
Solsticio de invierno
El héroe
Mundo subterráneo/tinieblas
Mentiroso/ladrón
Madre Tierra
Manas
Padre cielo
Primer hombre
Mitologías y calendarios [editar]En el actual calendario, denominado gregoriano, los meses y los días de la semana tienen algunos nombres derivados de seres y dioses mitológicos. Este hecho es evidente en idiomas como el español, aunque no significa que provengan de la mitología propia; así, en castellano, el día viernes proviene de Venus, diosa de la mitología romana (en idioma inglés el nombre del mismo día, "Friday", procede de la diosa germana Freyja); en ambos casos estaría dedicado a seres con ciertas similitudes, a las diosas de la belleza
Las lenguas habladas en México son numerosas, incluyendo las decenas de lenguas indígenas y las lenguas de otras procedencias. México es la nación hispanohablante más poblada del mundo, con sus 103,2 millones de habitantes,[1] de los cuales más del 99% habla el idioma español. Constitucionalmente, no existe ninguna declaratoria oficial que haga de esa lengua de filiación latina la lengua oficial del país, que de facto ocupa ese papel.

Desde 1992, la Constitución Mexicana define al país como nación "pluricultural", en reconocimiento de los pueblos indígenas. Oficialmente el gobierno reconoce a 65 lenguas indígenas, que de acuerdo con la Ley de los Derechos Lingüísticos del 2001, "lenguas nacionales" en igualdad de condiciones con respecto al español; esto es, con la "misma validez en sus territorios".[2] Así, por ejemplo, a partir del año 2005, el gobierno ha oficializado la traducción del himno nacional a las lenguas indígenas.

La clasificación de las lenguas indígenas habladas en México tiende a agrupar variantes de la misma familia, aun si estas llegan a ser ininteligibles entre sí (por ejemplo, el gobierno reconoce al náhuatl como una sola lengua, aun si las variaciones dialectales que hablan los nahuas de la Sierra de Puebla, y los nahuas de Morelos son significativas). Por ello, algunos lingüistas tienden a elevar esta cifra a más de 100, clasificando a estas variantes como lenguas separadas.

La población hablante de lenguas indígenas en México no es conocida con precisión. El censo del INEGI señala que se trata de alrededor de seis millones de personas, pero el dato corresponde sólo a los mayores de cinco años. La población étnica indígena fue calculada por la CDI en 12,7 millones de personas en 1995, lo que equivalía al 13,1% de la población nacional en ese año (1995).[3] A su vez, la CDI sostenía que en 1995, los hablantes de lenguas indígenas en el país sumaban alrededor de siete millones. La mayor parte de esa población se concentra en la región centro y sur del país.

Contenido [ocultar]
1 Español
1.1 El idioma español y su evolución en México
1.2 Español mexicano
1.2.1 La x en México
1.3 Variedades del español mexicano
2 Lenguas indígenas de México
2.1 Proceso de marginación de las lenguas indígenas de México
2.2 De la castellanización a la educación intercultural bilingüe
2.3 Bilingüismo y diglosia
2.4 Clasificación de las lenguas indígenas
3 Otras lenguas
4 Referencia
4.1 Notas
4.2 Bibliografía
4.3 Enlaces externos
5 Véase también


Español [editar] El idioma español y su evolución en México [editar]Aunque como se ha señalado antes, no existe ninguna declaratoria legal que lo convierta en lengua oficial, el idioma español es la lengua más extendida en el territorio mexicano. Su uso en los documentos oficiales y su hegemonía en la enseñanza estatal lo han convertido en un idioma oficial de facto en México, y poco más del 97% del total de los más de 108 millones de mexicanos lo emplean, ya como segunda lengua o como lengua materna.

El español llegó al territorio que actualmente conocemos como México acompañando a los conquistadores hispanos en las primeras décadas del siglo XVI. Sin duda, los primeros contactos entre los hablantes de las lenguas indígenas de la región y los hispanoparlantes se dieron a raíz del naufragio de dos marinos españoles. Uno de ellos, Jerónimo de Aguilar, se convertiría ulteriormente en intérprete de Hernán Cortés.

A partir de la penetración española en el territorio mexicano, el idioma español fue obteniendo una presencia mayor en los ámbitos más importantes de la vida. Primero, en Nueva España, fue elevado a la calidad de lengua oficial y única de la administración hacia el siglo XVII, aun cuando en los primeros años después de la Conquista se permitió el uso de las lenguas indias e incluso se alentó el empleo del náhuatl como lingua franca. No obstante lo anterior, se calcula que al concluir la Guerra de Independencia, el número de hablantes de español rebasaba el 40 % de la población. Los indígenas seguían empleando mayoritariamente sus lenguas vernáculas.

A lo largo de todo el siglo XIX y la mayor parte del siglo XX, la política dominante en lo que refiere a la lengua nacional era la de castellanizar a los hablantes de lenguas indígenas. Como se deduce de los párrafos anteriores, no era una decisión nueva, sino la continuación de la tendencia impuesta por las leyes coloniales en el siglo XVII. El siglo XIX no vio mayores progresos en el afán de incorporar a los indios a la sociedad nacional, por medio de la supresión de sus culturas étnicas (y con ellas, sus idiomas). Sin embargo, con la masificación de la instrucción pública luego de la Revolución, la proporción de hablantes de español comenzó a crecer poco a poco. Al iniciar el siglo XX, los hablantes de español ya eran mayoría (aproximadamente ochenta de cada cien mexicanos). Entre 1900 y el año 2000, la mayor parte de los pueblos indígenas fueron castellanizados.

Español mexicano [editar]Artículo principal: Español mexicano

Obviamente el español hablado en México no es homogéneo. Cada región tiene sus propios modismos, como ocurre en el resto de los países de habla hispana. Sin embargo, es posible hablar de algunas características que son más o menos comunes a todos los dialectos regionales que conforman aquello que, para acortar, es llamado dialecto mexicano del español. Por ejemplo, es notable la abundancia de voces de origen náhuatl, incluso en zonas donde esta lengua no era empleada de modo generalizado, como la península de Yucatán o el norte de México. Muchas de estas voces sustituyeron las propias de los conquistadores o las que fueron adquiridas por ellos en las Antillas, durante la primera etapa de la colonización hispana en América. Otras tantas fueron adoptadas porque los españoles carecían de palabras para referirse a algunas cosas que desconocían y que estaban presentes en el contexto de la civilización mesoamericana. Como ejemplo de lo anterior, tenemos:

Metate, del náhuatl métatl, que designa una piedra plana trípode sobre la que se muele el nixtamal, los chiles y cualquier cosa suceptible de convertirse en pasta. Todo metate va acompañado de un tejolote (del náhuatl texólōtl 'núcleo [de piedra] (ōlōtl) de moler (tes(i))', que es una piedra larga que sirve como rodillo para prensar los materiales dispuestos en el metate, por acción de la fuerza humana. El tejolote recibe el nombre alternativo de mano del metate.
Molcajete, del náhuatl molcáxitl, que literalmente significa recipiente para guisos, designa una herramienta de cocina, también de piedra, de forma cóncava y trípode que se emplea para moler alimentos y convertirlos en salsas. Va acompañado de su respectivo tejolote, o mano del molcajete. Algunos españoles de la época de la Conquista lo llamaban mortero, pues su uso y función es similar al de ese recipiente existente en Europa.
Nixtamal, del náhuatl nextamalli, literalmente empanada de maíz cocido con cal viva de concha nácar, es el nombre con que se conoce en México al maíz precocido con cal como paso previo a su molienda para la preparación de masa para tortillas. El agua de cal empleada en el proceso recibe el nombre de nexayote, najayote o nejayote (del náhuatl nexáyotl, que significa agua de ceniza).
Petate, del náhuatl pétatl. Literalmente designa un tejido de palma que en el resto de la América hispanoparlante y en España se conoce como estera. Derivado de petate es el verbo petatearse, que en México significa estirar la pata, y en modo menos coloquial, morirse.
Como los anteriores cuatro, ejemplos sobran en todo México. A ello hay que sumar la abundante toponimia de origen indígena que pasó a formar parte del habla cotidiana de los mexicanos hispanófonos y otras voces de origen indígena cuya extensión es de índole regional y que constituyen algunas de las diferencias entre las variedades locales del español mexicano.

Aparte del léxico, existen algunas particularidades fonológicas del español de México. Generalmente, los mexicanos tienden a suprimir la pronunciación de algunas vocales átonas y a la elisión en algunas palabras, especialmente cuando en una oración una palabra concluye en vocal y la siguiente comienza en vocal. Además, en contraste con los nativos de España, los mexicanos suelen pronunciar conjuntos de dos consonantes seguidas, como [ks], [tl] y otras (aunque también es frecuente en algunos sociolectos el cambio de consonantes, como en [kl] en lugar de [tl], o bien, [ks]] en vez de [ps]). También hay que señalar que como en el resto de América Latina, el habla española de México se caracteriza por la ausencia del fonema /θ/, que se sustituye por /s/ ya que las dos sibilantes del español del siglo XVI convergieron en el español de América.

En México no existe el voseo, salvo en algunas regiones del sureste, donde se emplean tres pronombres para la segunda persona singular (tú, usted y vos), con connotaciones semánticas diferentes. Es general la distinción entre tú y usted, empleándose la segunda en las fórmulas de respeto o de conversación con personas a quienes no se conoce. Lo anterior vale especialmente para las generaciones adultas, puesto que entre los jóvenes tiende a desaparecer esta distinción. De igual manera, mientras los adultos suelen referirse a las acciones realizadas por ellos mismos con los pronombres uno o yo, cada vez se vuelve más general el uso de tú para este tipo de construcciones, supuestamente por influencia del inglés. Por eso, cuando uno podría decir que ha hecho tal o cual cosa, alguien más dirá que tú haces la misma cosa, pero refiriéndose a sí mismo.

Ya entrando en el campo de los anglicismos, se acusa que el mexicano es uno de los dialectos del español con un mayor número de voces de origen inglés. Sin embargo, como señala Grijelmo, esto es algo relativo, puesto que existen algunos conceptos para los que los mexicanos hispanófonos han elaborado voces castizas que, sin embargo, han sido calcadas del inglés en otras partes del mundo de habla hispana. Como ejemplo de lo anterior, en México los carros se estacionan, y no se aparcan, tal como se hace en España, donde sin embargo los "coches" se "alquilan", mientras en México los "carros" se "rentan" (cars are rented).

La x en México [editar]Lo problemático de no ser mexicano y sumergirse en un mundo de escritura mexicana del español es la lectura de la x, que ha sido motivo de múltiples comentarios de extranjeros que visitan el país. De modo general, se escribe con x todo término de origen español que así lo requiera, como excepción, existencia y muchos cientos más. En todos estos casos, la x se pronuncia como [ks], tal como señala la regla estándar. Pero en el caso de las voces indígenas, la regla no está tan estandarizada ni es necesariamente conocida por el resto de los hispanohablantes, aun cuando tiene sus orígenes en el habla y la escritura de la Península Ibérica de los siglos XV y XVI.[4]

La grafía x posee en México cuatro valores distintos:

El convencional, [ ks ], como en los ejemplos señalados antes o en Tlaxcala, el nombre de un estado y ciudad del centro del país (cuyo topónimo deriva del náhuatl Tlaxcallan, o Ciudad de las tortillas).
Un valor [ sh ], empleado en voces de origen indígena como mixiote (un guiso preparado en la película que recubre la penca del maguey), Xel-Ha (nombre de un Parque ecológico Maya) y Santa María Xadani (población zapoteca del Istmo de Tehuantepec). Como la x gallega.
Un valor [ j ], como en Xalapa (nombre de la capital de Veracruz) o axolote (un anfibio de los lagos del centro del país). También por ejemplo la letra x en la palabra México, es consecuencia de que en castellano antiguo el sonido castellano "jota" se escribía "x".
Un valor [ s ], como en Xochimilco (el famoso lago de la chinampería chilanga). Como la voz española xilófono.

La Malinche, princesa chontal bilingüe, fue una lengua que ayudó a los españoles a entender los idiomas nativos a su llegada a Mesoamérica. Algunas palabras de estos idiomas pasaron al español y perviven en el habla cotidiana de México..

Variedades del español mexicano [editar]Si bien aquí se han señalado muchas características muy particulares y generales a casi todas las versiones del español de México, también se ha señalado (aunque no insistido en) que existen algunas peculiaridades regionales y sociales, que fragmentan el español mexicano en múltiples dialectos. Las variedades regionales poseen algunos rasgos que son muy específicos, y en algunos casos más que ser regionales son comunitarias. Sin embargo, algunas variedades son perfectamente distinguibles y su extensión es más o menos amplia. Entre ellas están los dialectos empleados en el norte de México, en Occidente, el de la península de Yucatán y las variedades de las costas.

Lenguas indígenas de México [editar]México cuenta la mayor cantidad de personas hablantes de lenguas amerindias en América detrás de Perú. Sin embargo, en números relativos, la proporción de estas comunidades lingüísticas es menor en comparación con países como Guatemala (52,8%) y Perú (35%), e incluso a las de Ecuador (9,4%) y Panamá (8,3%) [2]. Excepción hecha del náhuatl, ninguna de las lenguas indígenas de México posee más de un millón de hablantes. El nahuatlahtohlli es la cuarta lengua indígena de América por el tamaño de su comunidad lingüística, detrás del quechua, el aymara y el guaraní.

Proceso de marginación de las lenguas indígenas de México [editar]
Una página del Códice Florentino. Con este nombre se conoce el texto en náhuatl escrito por Bernardino de Sahagún con base en la información de nobles indígenas de Tepepulco.Como se explicó antes, en el momento de hablar acerca del español, las lenguas indígenas fueron objeto de un proceso de marginación y relegación a los ámbitos domésticos y comunitarios de la vida social. Desde su llegada a la Nueva España, algunos misioneros se dieron a la tarea de registrar las lenguas de los indios, estudiarlas y aprenderlas, con el propósito de ayudar a una evangelización más eficiente. Con este último propósito, los misioneros de Indias propugnaron por la enseñanza de los indígenas en su propia lengua. De acuerdo con esa visión, Felipe II había decretado en 1570 que el náhuatl debía convertirse en la lengua de los indios de Nueva España, con la finalidad de hacer más operativa la comunicación entre los nativos y la colonia peninsular. Sin embargo, en 1696, Carlos II, estableció que el español sería el único idioma que podía y debía ser empleado en los asuntos oficiales y el gobierno del virreinato (Cifuentes, 1998). A partir del siglo XVII, los pronunciamientos a favor de la castellanización de los indios fueron cada vez más numerosos. Con ello, los colonizadores renunciaron a su vocación bilingüe, vocación que llevó en un primer momento a los misioneros y a los encomenderos a aprender las lenguas de los nativos. Esa necesidad de bilingüismo se trasladó entonces a los actores que articulaban las relaciones entre los niveles más altos del gobierno y los pueblos indígenas, es decir, la élite nativa encarnada en los caciques regionales.

A lo largo del período colonial, el español y las lenguas indígenas entraron en una relación de intercambio que llevó, por un lado, al español de cada región a conservar palabras de origen indígena en el habla cotidiana; y a las lenguas indígenas a incorporar no sólo palabras españolas, sino de otros idiomas indios y especialmente del taíno ( arawak caribeño).

Después de la consumación de la independencia de México, la ideología liberal dominante llevó a los encargados de la educación pública en el país, a implementar políticas educativas cuyo propósito era la castellanización de los indígenas. Según sus defensores, con la castellanización los indios quedarían plenamente integrados a la nación mexicana (una nación criolla, según el proyecto liberal decimonónico), en igualdad con el resto de los ciudadanos de la República. Salvo el Segundo Imperio Mexicano, encabezado por Maximiliano, ningún otro gobierno del país se interesó por la conservación de las lenguas indias durante el siglo XIX, ni siquiera el del único presidente indígena que ha tenido el país: Benito Juárez.

En 1889, Antonio García Cubas calculó la proporción de hablantes de lenguas indígenas en un 38% del total de la población mexicana. Si se compara con el 60% que estimaba una encuesta de población en 1820, es notable la reducción proporcional de los hablantes de lenguas nativas como componente de la población. Al final del siglo XX, la proporción se redujo a menos del 10% de la población mexicana. En el transcurso, más de un ciento de lenguas desaparecieron, especialmente las propias de los grupos étnicos que habitaban en el norte de México, en el territorio que corresponde aproximadamente con las macro-áreas culturales denominadas Aridoamérica y Oasisamérica. Sin embargo, a pesar de que en números relativos los hablantes de lenguas indígenas fueron reducidos a una minoría, en términos netos su población aumentó. En la actualidad representan más de siete millones de personas.

Antes de 1992, las lenguas indígenas no tenían ninguna especie de reconocimiento jurídico por la Federación. En ese año, el artículo 4° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos fue reformado, con el propósito de reconocer el carácter pluricultural de la nación mexicana, y la obligación del Estado de proteger y fomentar las expresiones de esa diversidad. Siete años más tarde, el 14 de junio de 1999, el Consejo Directivo de la Organización de Escritores en Lenguas Indígenas presentó al Congreso de la Unión una Propuesta de Iniciativa de Ley de Derechos Lingüísticos de los Pueblos y Comunidades Indígenas, con el propósito de abrir un canal legal de protección de las lenguas nativas. Finalmente, la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas fue promulgada en diciembre de 2002. Esta ley contempla mecanismos para la conservación, fomento y desarrollo de las lenguas indígenas, pero también una compleja estructura que dificulta su realización (Cuevas, 2004: 13) MATCAB.

Lenguas indígenas de México

Lenguas con más de 100 mil hablantes Lenguas con más de 20 mil y menos de 100 mil hablantes Lenguas con menos de 20 mil hablantes

De la castellanización a la educación intercultural bilingüe [editar]
Las tribus llamadas genéricamente apaches eran nómadas que entraron en conflicto con los estados del norte de México durante el siglo XIX, al final accedieron a regresar al norte del Río Bravo, donde permanecen. Sus lenguajes y costumbres están muy bien documentados.Por castellanización se entiende en México al proceso de adopción de la lengua española por parte de los pueblos indígenas. Como se señaló anteriormente, sus antecedentes de jure más remotos datan del siglo XVII, aunque no fue sino hasta el siglo XIX cuando alcanzó su máxima expresión, en el contexto de la República liberal. Con la generalización de la educación pública, la castellanización se hizo más profunda aunque ello no derivó en el abandono absoluto de las lenguas indígenas por parte de sus hablantes. En otros casos, la castellanización fue acompañada por el exterminio físico o el etnocidio; casos especiales son los yaquis (Guerra del Yaqui, 1825-1897), los mayas (Guerra de Castas, 1848-1901) y los californios[5] (cuyas lenguas se extinguieron a finales del siglo XIX, luego de una larga agonía que comenzó con el establecimiento de misiones católicas en la península). Los apaches[6] son un caso un poco diferente, aunque resistieron cualquier esfuerzo de castellanización desde el siglo XVII, entraron en conflicto abierto con españoles y mexicanos, e incluso con las demás etnias del norte (tarahumaras, sumas, conchos, tobosos). Esto se agudizó al ser empujados hacia el oeste por la expansión de Estados Unidos, causando el constante conflicto en los estados del norte de México y del sur de Estados Unidos (Guerra apache, durante todo el XIX).

La castellanización tenía como propósito eliminar las diferencias étnicas de los indígenas con respecto al resto de la población, para, en última instancia, integrarlos en "igualdad" de condiciones a la nación. En México, uno de los principales criterios históricos para la definición de lo indígena ha sido la lengua (el criterio "racial" sólo desapareció en el discurso oficial en la tercera década del siglo XX). Por ello, las estrategias para inducir el abandono de las lenguas indígenas estaba enfocado a la prohibición legal de su empleo en la educación, en la prohibición fáctica del ejercicio de la docencia para los indígenas (cuando un indígena llegaba a ser profesor, el gobierno se encargaba de reubicarlo en una comunidad donde no se hablara su lengua madre) y otras similares.


Contra lo que pensaban los defensores de la castellanización de los indígenas, su incorporación al mundo de habla española no significó una mejoría en las condiciones materiales de existencia de los grupos étnicos. La política de castellanización se tropezaba también con las carencias del sistema educativo nacional. Suponía que los educandos manejaban de antemano la lengua española, aunque en muchas ocasiones no ocurría de esta forma. Muchos indígenas que tuvieron acceso a la educación pública durante la primera mitad del siglo XX en México eran monolingües, y al prohibírseles el uso de la única lengua que manejaban, eran incapaces de comunicarse en el medio escolar. Por otra parte, los docentes muchas veces eran indígenas cuyo dominio del español también era precario, lo que contribuyó a la reproducción de las deficiencias competitivas entre los niños. En vista de lo anterior, en la década de 1970 se incorporó la enseñanza en lengua indígena en las zonas de refugio, pero sólo como un instrumento transitorio que debería contribuir a un aprendizaje más efectivo del español.

Durante la década de 1980, la educación bilingüe fue objeto de una promoción intensiva (en términos comparativos con períodos anteriores, puesto que nunca ha constituido un sistema masivo en México). Pero aun cuando los propósitos seguían siendo los mismos (la incorporación de los indígenas a la nación mestiza y la castellanización), se enfrentaba desde entonces a las carencias que acusa el sistema de educación intercultural implementado en la segunda mitad de la década de 1990. A saber, que el profesorado asignado a zonas de habla indígena con frecuencia no domina el idioma indígena que hablan sus estudiantes. Por otra parte, sólo en fechas muy recientes la Secretaría de Educación Pública se preocupó por la producción de textos en lenguas indígenas, y sólo en algunas de ellas. La gran diversidad lingüística de México, aunada a las dimensiones reducidas de algunas comunidades lingüísticas, han conducido al sistema de educación intercultural bilingüe a enfocarse sólo en los grupos más amplios.

Bilingüismo y diglosia [editar]La mayor parte de los hablantes de lenguas indígenas en México son bilingües. Esto es resultado de un largo proceso histórico en que sus lenguas fueron relegadas a los ámbitos de la vida comunitaria y doméstica. Debido a ello, la mayor parte de los indígenas se vieron en la necesidad de aprender a comunicarse en español tanto con las autoridades como con los habitantes de las poblaciones mestizas, que se convirtieron en los centros neurálgicos de las redes comunitarias en que se veían integradas sus sociedades. A la declinación del número de monolingües entre los mexicanos hablantes de lenguas indígenas contribuyó también, como se ha señalado antes, la intensiva campaña educativa de corte castellanizante.

En la actualidad, existen comunidades lingüísticas donde menos del 10% de sus miembros hablan exclusivamente la lengua amerindia. Es el caso de la comunidad lingüística de los chontales de Tabasco, que apenas presentan un 0,13% de monolingües del total. Les siguen los yaquis (0,33%) mazahuas (grupo étnico del estado de México, caracterizado por su temprana integración en la red económica de grandes ciudades como México, D.F. y Toluca), con 0,55% de monolingües; y los mayos de Sonora y Sinaloa, con 1,78%. Las comunidades con la mayor cantidad de indígenas monolingües son también aquellas donde el analfabetismo es más elevado o cuyo territorio étnico tradicional se localiza en las regiones más marginadas de México. Tal es el caso de los amuzgos de Guerrero y Oaxaca, con 42% de monolingües y 62% de analfabetismo; los tzeltales y tzotziles de los Altos de Chiapas, con 36,4% y 31,5% de monolingües respectivamente; y los tlapanecos de la Montaña de Guerrero, con 31,5% de monolingüismo.

En años recientes, algunas comunidades lingüísticas indígenas de México han emprendido campañas de rescate y revalorización de sus propias lenguas. Quizá la excepción sean los zapotecos de Juchitán, núcleo urbano de Oaxaca donde la lengua zapoteca tiene una fuerte presencia en todos los ámbitos de la vida desde el siglo XIX. Los movimientos reivindicadores de las lenguas indígenas han tenido lugar casi exclusivamente entre aquellos pueblos con elevado bilingüismo o que de una u otra manera se han insertado en la vida urbana. Este es el caso de los hablantes de maya yucateco, los purépechas de Michoacán, los nahuas de Milpa Alta o los mixtecos que viven en Los Ángeles.

Pero lo general es que las lenguas indígenas sigan relegadas a la vida familiar y comunitaria. Un ejemplo notable es el de los otomíes de algunas regiones del valle del Mezquital. Estos grupos se han negado a recibir instrucción en su propia lengua, dado que esos son conocimientos que se pueden aprender "en la casa", y que finalmente carecerán de utilidad práctica en la vida futura de los educandos. Lo que solicitan los padres en casos de este tipo es que la alfabetización de los niños indígenas sea en lengua española, dado que es un idioma que necesitarán para relacionarse en lugares distintos de la comunidad de origen. Porque aunque la ley mexicana haya elevado al rango de lenguas nacionales a las lenguas indígenas (más conocidas por el común de los mexicanos como dialectos, palabra empleada en el sentido de que no son verdaderas lenguas), el país carece de mecanismos para garantizar el ejercicio de los derechos lingüísticos de los indígenas. Por ejemplo, los materiales editados (textos o fonogramas) en estos idiomas son muy pocos, los medios de comunicación no prestan espacios para su difusión, salvo algunas estaciones creadas por el desaparecido Instituto Nacional Indigenista (actual Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas o CDI) en zonas con amplia población hablante de idiomas indios; y porque, finalmente, la mayor parte de la sociedad mexicana se comunica en español.

Clasificación de las lenguas indígenas [editar]El estudio de las lenguas indígenas comenzó desde la llegada misma de los españoles al territorio que actualmente ocupa México. Algunos de los misioneros, por encontrarse más cercanos a los nativos, advirtieron las semejanzas que existían entre algunas de las lenguas, por ejemplo, el zapoteco y el mixteco. En el siglo XIX, las lenguas nativas fueron objeto de una clasificación semejante a la que se realizaba en Europa para las lenguas indoeuropeas. Esta tarea fue emprendida por Manuel Orozco y Berra, intelectual mexicano de la segunda mitad del siglo XIX. Algunas de sus hipótesis clasificatorias fueron retomadas por Morris Swadesh a principios del siglo XX.

Uno de los grandes problemas que presenta el establecimiento de relaciones genéticas entre las lenguas de México es la falta de documentos escritos antiguos que permitan conocer la evolución de las familias lingüísticas. En muchos casos, la información disponible consiste en unas cuantas palabras registradas antes de la desaparición de un idioma. Tal es el caso, por ejemplo, del idioma coca, cuyos últimos vestigios lo constituyen algunas palabras de las que se sospecha pertenecen más bien a alguna variedad del náhuatl hablado en Jalisco. Swadesh calculaba que el número de idiomas hablados en el territorio mexicano llegaba a los ciento cuarenta. Actualmente sólo sobreviven sesenta y cinco.